El panorama político-económico español no es actualmente más
esperanzador que cuando el presidente Rajoy ganó las elecciones generales en
2011. Reconozco
que el presidente Rajoy improvisa menos que Zapatero, sobre todo desde que
mandó callar a sus ministros. Ya no tenemos las perlas de Fátima,
Wert, Gallardón o Mato que se enteraba de los casos del Ébola en España a
través de los medios de comunicación.
Las cajas de ahorro que estaban en bancarrota fueron rescatadas por el
dinero público y los resultados macroeconómicos parecen estar en positivo. Las empresas
que ayer despedían parte de su personal han decidido aumentarles el sueldo a
sus ejecutivos mientras negocian la bajada del sueldo a quienes se salvaron de
los famosos ERE. Aunque las manifestaciones populares son
prácticamente inexistentes, motivos no faltan. Los desahucios siguen
aumentando. Es más: creo que nos hemos acostumbrado a que nos la metan
doblada: los inmigrantes que perdieron sus derechos sanitarios no
dicen nada; los estudiantes que pagan más becas sólo piensan en salir de
España; los jueces que criticaron las tasas del ministro Gallardón las están
aplicando; los sanitarios que se enfrentaron a la desgraciada ministra Ana Mato
(desgraciada porque ha sido destituida) se van incorporando a los hospitales
privatizados; en fin… cada vez el gobierno de Rajoy nos cobran más por unos
servicios vergonzosos. Y la corrupción ha sido elevada a la categoría
de “marca España” porque afecta a empresarios, políticos y familia real. Da la
sensación de que estamos en la jungla, y que el que no trinca es un imbécil.
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