viernes, 2 de julio de 2010

Los Estados africanos y sus constituciones. ¿Quién cree en ellas?

(Colaboración de mi amigo Pierre Kaziri)

Este año, muchos países africanos están celebrando el cincuentenario de sus independencias. Y la mejor expresión de estas independencias es la existencia de una constitución en cada país o nación como soberano. Ahora bien, ¿cuántas constituciones ha habido para cada país durante estos últimos cincuenta años?

De las independencias a nuestros días, en estos países que celebran la independencia, muchos han conocido regímenes de varias pintas: democracia, dictadura militar o civil, vacío de poder, etc. A cada régimen o en un mismo régimen, había una constitución diferente para legitimar el poder de turno o perennizar el de siempre. Y con este mareante cambio de constituciones, uno se puede preguntar si las constituciones africanas reflejaban o reflejan la identidad de cada país o nación, si brotan del pueblo o simplemente son constituciones de los jefes, de los caudillos. Evidentemente, donde no hay democracia el pueblo no tiene derecho de autodeterminarse como pueblo y por consiguiente va donde va la corriente por el instinto de sobrevivencia. Y la pregunta ineludible viene a ser esta: ¿Quién cree en las constituciones de los Estados africanos? De pronto, se podía decir que los caudillos que las promulgan o imponen. Pero mirando las cosas de cerca, ellos mismos no creen en ello. Dos indicios apuntan a ello.

Primero, las fuentes de estas constituciones. En los procesos de sus elaboraciones, los Estados o los caudillos no se ahorran nada para elaborar textos eminentemente valiosos. Invitan a expertos nacionales e internacionales para disponer de textos irreprochables. Los principios y los derechos fundamentales que se encuentran en Constituciones de solera democráticas son siempre recogidos. Pero los dirigentes que piden estos textos no creen en ello porque son los primeros a no respetarlos. Los informes sobre el respeto de los derechos humanos en muchos de los Estados africanos en estos últimos cincuenta años (ver Amnistía Internacional, Human Right Watch, etc.) dan un balance negativo, desolador. Sin embargo, en las Naciones Unidas, los universitarios en Derecho podían encontrar que en las mejores Constituciones reconocidas, las de los Estados africanos gozan de buenos puestos. ¿Qué pasa entonces? Es que los gobernantes que imponen estas constituciones lo hacen por la moda o para distraer a los despistados pero no creen absolutamente en ellas.

Otro indicio es la facilidad con la que cambian las constituciones cuando ven que ya no sirven a sus intereses. Hoy sí, mañana no. Muchos de los dirigentes han cambiado ellos mismos más de dos, tres, cuatro veces el texto fundamental. Ayer lo han cambiado para abrirse al viento democrático. El mandato quedaba limitado a un cierto tiempo. Pasado la euforia de la democracia, han vuelto a cambiarlo y siguen cambiándolo para morir en el poder. El olfato para no incomodar a los vecinos o a la supuesta comunidad internacional impone cambios constante igual se cambia el perfume o el color de la corbata de los presentadores de los informativos televisados. El “teatrum mundi” no debe perder el enganche.

Estando entonces las cosas como son, ¿se puede esperar que África de mañana sea diferente al de hoy? Un milagro quizá hará que las cosas cambien. Mientras África no crea en sí misma o se dé un rumbo definido, tendremos que esperar aún más para soñar un futuro sin farsantes ni prevaricadores. ¡Enhorabuena para los que celebran las dependencias creyendo celebrar las independencias!

Kaziri Pierre

1 comentario:

Pili dijo...

Y confío plenamente que otra África es posible, ¿por qué,a qué llamamos África, nos referimos a ese enorme trozo de tierra formado por 53 países? No señor, para mí Africa es su gente maravillosa, generosa, paciente, bondadosa, alegre, reyes indiscutibles de la hospitalidad, y que te lo ofrecen todo sin esperar nada a cambio y siempre, siempre esperanzados. La esperanza los hace ser así de maravillosos, y nadie puede quitarles la esperanza, ni siquiera esa mínima parte de corruptos y gente sin escrúpulos, abanderados y cómplices de esos desalmados llamados poderosos del primer mundo.
Algún día esos desalmados se quedarán sólos, y sin nadie que mueva sus hilos, pobres marionetas. Entonces la grandiosa África resurgirá, movida por toda su gente estupenda, ohhhhhhhhhhhhh, ahí habremos ganado todos, sabremos lo que es el paraíso.
Ojalá sea pronto. Y queridos africanos de todos los países, que nadie os arrebate nunca la esperanza, porque es vuestra.