La filosofía postmoderna abanderada por el italiano Gianni Vattimo defiende “vivir sin justificaciones” en “la tercera ola” en la que no tenemos más que dos opciones: adaptarnos o morirnos. Los defensores de esta corriente filosófica lo llaman “pensamiento débil” y abogan por acomodarse a las circunstancias sin pretender cambiarlas. “Pensamiento débil significa que la racionalidad cede terreno y retrocede a la zona de sombra” (p. 84).
A mi modo de ver, en los últimos decenios algunos pensadores occidentales han estado flirteando con la atractiva idea de vivir y dejar vivir, el carpe diem, el pasar de todo, el sexo sin amor, el whisky sin soda, el hacer el amor y no la guerra, el rechazo de los grandes relatos, el fin de la historia, vivir en el “new age” sin ninguna referencia a realidades absolutas que sirvan de pilares angulares. Y esta propuesta, con todos mis respetos, me parece dañina para las mentes no suficientemente formadas en las trampas dialécticas.
Pretender “vivir sin justificaciones” es una trampa mortal. Pretender crear “claridades imposibles” no aporta nada a la humanidad. A mi modo de ver, la filosofía postmoderna ofrece la morfina a un acatarrado para poder amputarle las piernas. Pretende adormecer las conciencias mientras potencia la esclavitud. Algunos dicen que predicar “el pensamiento débil” es propio de los ambientes de derecha que prefieren prometer (a un explotado) cielos nuevos y tierras nuevas después de su muerte. Esto sería discutible si existieran aún los grandes ideales. Sindicato y patronal almuerzan en la misma mesa y se emborrachan en los mismos bares. No resulta fácil distinguir quién es de derecha y quién es de izquierda porque el mercado ha globalizado hasta los mismos vicios. Y si eso no fuera suficiente, llega Vattimo y sus acólitos para aconsejarnos “el pensamiento débil”, que no es más que “la debilidad del pensamiento”, o como escribió Antón Baamonde, un simple “pensamiento trágico”. Claro que es trágico vivir sin dirigirse a ninguna parte (“la filosofía no puede ni debe enseñar a dónde nos dirigimos, sino a vivir en la condición de quien no se dirige a ninguna parte” p. 85). Siempre hay un espabilado que aprovecha la confusión para enseñarnos el camino que le conviene (y de paso trincar todo lo trincable). Como decía repetidas veces Alfonso López Quintás, “si el pueblo no tiene conciencia, vamos a darle conciencia”.
Gianni Vattimo, Filosofía, política, religión. Más allá del “pensamiento débil” (Ediciones Nobel, Oviedo 1996)
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