El continente negroafricano ha sido,
desgraciadamente, presentado como sinónimo de hambre, guerras fratricidas,
salvajismo, Sida o paisajes exóticos con una multitud de animales y de árboles
sin especificar; la famosa África del tamtam y del baile graciosamente
frenético. Sin embargo, hablamos de un continente de unos 30 millones de km2
-casi 61 veces mayor que España, más de mil millones de habitantes
(en 2013), dos
mil culturas, más de mil lenguas y más de 50 Estados "soberanos".
Visto así, es inevitable afirmar que África es tan grande y tan distinta que
pretender conocerla no basta un par de fotos y unos cuantos reportajes.
Son muchos los intentos para
comprender la situación socioeconómica de África. Algunos creen ver en esta
situación una especie de destino inevitable, ya que incluso geográficamente
África tiene forma de interrogante. África comenzó mal (DUMONT, R., L’Afrique
noire est mal partie, Le Seuil 1963), está estrangulada (DUMONT, R.-MOTTIN,
M. F., L’Afrique étranglée, Le Seuil 1980), está muy enferma (DIAKITE,
T., L’Afrique malade d’elle-même, Karthala 1986) y está estancada (GIRI,
J., L’Afrique en panne, Karthala 1986). Aquellos que siguen
habitualmente las publicaciones sobre África saben que los gritos de los
negroafricanos son clamorosos (ELA, J. M., El grito del hombre africano.
Cuestiones dirigidas a los cristianos y a las iglesias de África, Verbo
Divino 1998). Ya en 1957 los sacerdotes africanos se hicieron muchos
interrogantes acerca de su pueblo (AA. VV., Des
prêtres noirs s’interrogent, Cerf, 1957) y
desgraciadamente nadie puede, a fecha de hoy, asegurar si el continente
africano va a desaparecer pronto (KÄ MANA, L’afrique va-t-elle mourir?,
Karthala 1993), o si es Dios quien se ha ido a morir en África (MOTOGO, Dieu
peut-il mourir en Afrique?, Karthala 1997). Lo cierto es que los pueblos
negroafricanos se encuentran atrapados en un callejón sin salida. Por eso los
interrogantes se hacen cada vez con más dramatismo. Da la sensación de que al
final de cada reflexión acerca de África es necesario hacerse una pregunta: África,
¿por qué? (libro publicado por González Calvo en Mundo Negro, Madrid
2003).
Los medios de
comunicación, los políticos de cualquier color ideológico, voluntarios y activistas
de derechos humanos, incluso yo mismo, todos utilizamos comúnmente el término
“subsahariano” para referirnos a los negros que viven debajo del desierto de
Sahara (es decir, todos los países africanos a excepción de Marruecos, Argelia,
Túnez, Libia, Egipto y parte de Sudán).
Después
de leer algunos trabajos sobre el término “subsahariano”, desaconsejamos su uso y proponemos sustituirlo por “negroafricano” o
simplemente “africano”. Quien quiera profundizar sobre este tema puede leer
los siguientes trabajos: “Racismo y pensamiento moderno: el ejemplo
de la invención de los camitas y de los subsaharianos” (Joan Manuel
Cabezas López, Doctor en Antropología Social) y “¿Qué es esto de África
subsahariana” (Herbert Ekwe-Ekwe, politólogo e historiador).
1.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque es ininteligible. Según la RAE, el
término “subsahariano” se refiere a la parte de África situada al sur del Sahara.
La misma RAE aclara que el significado propio de “sub-” es “bajo o debajo de” (ej. subsuelo), pero también puede
indicar “inferioridad, acción secundaria, atenuación, disminución” (ej.
subdelegado). Ahora bien, quienes pretenden que “Sahara” sea el baremo del
continente africano se olvidan que los habitantes del Sahara son saharauis, por
lo que quienes viven debajo del Sahara deberían llamarse “sud-saharauis” (igual que hablamos de sudafricanos y no “sub-africanos”), y quienes viven por
encima del Sahara deberían llamarse, siguiendo la misma lógica, “supra-saharianos” (en contraposición de “sub-saharianos”) o simplemente “nor-saharauis”. Obviamente todo el
mundo sabe que quienes viven por encima del Sahara son árabes (ni nor-saharauis,
ni nor-saharianos ni supra-saharianos). ¿Por qué, entonces, siendo Sahara una
pequeña parte de África sirve para nombrar a todo el resto, olvidando que hay
otro desierto que abarca Namibia, Botsuana y Sudáfrica (el desierto de Kalahari)?
Recordemos que el desierto de Sahara afecta Argelia, Chad, Egipto, Libia,
Marruecos, Mauritania, Mali, Níger, Sudán y Túnez.
2.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no puede
aplicarse a los negros de África. De hecho, Sudáfrica no fue considerado
“subsahariano” hasta que los negros no llegaron al poder. José Manuel Cabezas
afirma que “desde el punto de vista cultural, e incluso racial, el Sahara nunca
ha ejercido de muro, sino de puente”. En sí solo, Sahara no puede ser un
espacio geográfico que divide el continente africano en dos: África de los
negros y África de los casi-blancos (árabes). Además el concepto “árabe” no se
contrapone al concepto “negro” sino más bien a concepto como “bantú”. De hecho
existen varios grupos étnicos negros a lo largo del desierto de Sahara; también
existen grupos de piel negra en Marruecos, en el norte de Argelia, en el centro
y sur de Túnez, en Libia y en el valle de Nilo. Por supuesto que comunidades de
tuareg de aspecto físico blanco habitan en los llamados “países subsaharianos”
como Burkina Faso, Níger y Mali.
3.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque es una
imposición europea para designar a países africanos no gobernados por árabes.
Este término no responde a una clasificación basada ni en divisiones políticas
ni en divisiones geográficas. Herbert Ekwe-Ekwe afirma que el África
subsahariana “es una señal geopolítica racista y quienes la emplean desean
representar, una y otra vez, el imaginario de la desolación, la aridez y la
desesperanza del entorno desértico. Esto, a pesar de que la gran mayoría de los
mil millones de africanos no viven en ningún lugar cercano al Sahara, ni sus
vidas se ven afectadas por el impacto implícito de este dogma”.
4.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no es políticamente
correcto. Los llamados
“subsaharianos” que arriban a las playas mediterráneas se autoidentifican como
negros o simplemente como africanos. En nuestro lenguaje cotidiano, el prefijo
sub- remite a “nivel inferior”, y el término “subsahariano” es un eufemismo con
un sentido degradante y peyorativo. Según Joan Manuel Cabezas López, “la invención
de identidades y, lo que es mucho peor, su imposición, ha sido una constante en
la etnocida y racista trayectoria histórica de Occidente”. La etiqueta
“subsahariano” se inscribe en “un discurso racista que aboga por la
simplificación y el repudio ante la enorme diversidad de unas culturas que son
vistas como meras excrecencias de un arcaísmo terminal, en vez de cómo lo que
son: manifestaciones específicas, etnosistemas plurales de una realidad
caleidoscópica de la cual todos formamos parte”.
5.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no conocemos a
ningún africano que se presente diciendo algo así como “soy subsahariano”.
Más bien nos solemos identificar como africano tout court, no siendo necesario destacar el color de la piel que,
afortunadamente, salta a la vista. Probablemente en el imaginario cotidiano, el
término “subsahariano” equivale a “negro”, o, en el mejor de los casos, a “quienes
viven debajo del Sahara”. Pues bien, para evitar eufemismos y rodeos sin
sentido, utilicemos términos que reflejan la verdadera identidad como “africanos”
o “negroafricanos” (si es que queremos destacar el color de la piel). Si a mí
me provocaría risa presentarme ante alguien como que “soy subsahariano”, la
ridiculez del término “subsahariano” es claramente evidente y lo único que
pretende es difuminar nuestra identidad negroafricana, como si fuera un delito
nacer negro, ya sin recordar las investigaciones arqueológicas que sostienen que
el ser humano procede de África.