La primera vez que mi madre pasó dos semanas fuera de casa fue durante la boda de mi primo mayor. Según la tradición rwandesa, “la tía paterna” debe acompañar a su sobrino durante los primeros días de su matrimonio para asesorarle y ayudarle a conseguir la procreación. Ya antes de construir su casa, mi primo mantenía una estrecha relación con mi madre, igual que hicieron sus hermanos menores. Cuando surgía un “malentendido” entre padre e hijo, mi primo acudía a mi madre para que mediara entre los dos. Cuando quiso construir su casa (señal inequívoca de que quería casarse), se lo contró primero a mi madre. Y cuando tuvo su casa lista, a la primera persona que invitó para inaugurarla fue mi madre, o sea, “su tía paterna”. No es que hubiera algo fuera de lo común entre mi madre y mi primo: los dos seguían la costumbre rwandesa.
La “tía paterna” (Nyogosenge) es una figura fundamental en la sociedad rwandesa porque es la única autorizada para acceder a la intimidad de sus sobrinos sin violentarla. De hecho normalmente en la noche matrimonial y en las dos semanas posteriores, ella hace vida compartida con los recién casados. Les enseña cómo estrenarse en el arte amatorio, y corrige la inexperiencia de los casados en esta tarea casi sagrada en tanto en cuanto la procreación es la participación directa en la tarea divina de crear.
Para entender bien esta función de sexóloga que ejerce activamente “la tía paterna” tenemos que desplazarnos al mundo tradicional en el que se llegaba virgen al matrimonio, o al menos eso se intentaba y se conseguía porque conservar la virginidad hasta los 16 años (edad de casarse) es más factible que pretender conservarla hasta los 20 años (una edad muy tarde para casarse). Como los jóvenes novios se casaban sin conocerse bien (en el doble sentido de este verbo conocer), alguien tenía que encargarse de iniciarles adecuadamente en el sexo. Los padres no podían porque es un tema muy incómodo (ver nota 1). Los amigos no tienen suficiente experiencia como para aconsejarles. Quien no forma parte de la familia, aunque sea un experto reconocido, no debe entrar en los asuntos personales y familiares porque no es de su incumbencia (ver nota 2). “La tía paterna” es la única persona con experiencia que la sociedad rwandesa otorga oficialmente la carta blanca en las relaciones con sus sobrinos (chicos y chicas). Suele ser la mayor de las tías, normalmente felizmente casada, con hijos. Si es menopáusica, mejor todavía porque así se descarta que por exceso de profesionalismo acabe teniendo un hijo con su sobrino (ver nota 3). Esta posibilidad existe porque en caso de necesidad profesional, “la tía paterna” duerme con los recién casados, asiste al acto de consumar el matrimonio, y si es necesario intervenir activamente lo debe hacer. Es su función. Es su obligación. Es su ayuda para ordenar las relaciones sexuales de sus sobrinos.
Normalmente los recién casados tenían dos semanas para dedicarse a conocerse y a disfrutar de su amor (una especie de luna de miel). Varias chicas, preferentemente amigas de la novia, permanecían en el domicilio conyugal durante casi dos semanas para atender todas las tareas de hogar al mando de “la tía paterna”. Probablemente esta tradición se ha ido “civilizando”. Pero recuerdo perfectamente las relaciones de mi madre con sus sobrinos, sobre todo en las vísperas de sus matrimonios. Ella era la primera en conocer las amistades femeninas de sus sobrinos; los aconsejaba y cuando veía la posibilidad de que naciera una relación matrimonial se encargaba de comunicarlo a los padres. Entonces los padres nombraban un representante legal (umuranga) para encargarse de pedir la mano, negociar la dote, unir las familias y ser testigo oficial de la alianza matrimonial.
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Nota 1: La intimidad entre los familiares se respeta con cuidado. Puedes dormir con tu hermana en la misma habitación durante 15 años y no haberla visto desnuda jamás. Si se está cambiando de ropa, tú miras al suelo. Una mirada indiscreta hacia sus pechos, por ejemplo, podría romper las relaciones familiares y quien rompe tales relaciones se autocondena al aislamiento social (igicibwa).
Nota 2: Los extraños no deben conocer los secretos más íntimos de una familia de la que no forman parte. De hecho
la función de un psicólogo académico en la sociedad rwandesa suele ser estéril porque la consigna es que los secretos familiares son simplemente familiares y no se debe contar a nadie más. Hablamos de una cultura cerrada, “hermética” en palabras del Doctor Dominique Habiyakare (experta en la familia rwandesa:
http://mividaenmarcha.blogspot.com/2011/05/dominique-habiyakare.html).
Nota 3: El incesto, fruto de una relación entre “la tía paterna” y su sobrino es el único que no provoca repugnancia. Hay muchos dichos que confirman la posibilidad de estas relaciones y la paternidad de los hijos de una “tía paterna” con sobrinos casados. Es más: que algún hijo de “la tía paterna” se parezca demasiado al sobrino, es normal porque al fin al cabo son familiares (así se justifica socialmente, con un poco de picardía).