sábado, 6 de diciembre de 2014

El silencio de Rajoy


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1.-El gobierno de Mariano Rajoy ha ido desmontando, poco a poco, los pilares del estado del bienestar que teníamos en España: sanidad pública, enseñanza pública, justicia para todos, libertad de manifestación sin acoso policial, televisión pública, etc. Lo miremos por donde lo miremos, el estado del bienestar no es más que algo residual que será totalmente aniquilado si Mariano Rajoy sale reelegido. Tal vez es lo que quiere el españolito. Si es así, bendita sea la llegada de Rajoy.

 2.-Muchos españoles desconocen qué piensa su presidente sobre los grandes temas sociales: ecología, aborto, terrorismo internacional, inmigración, dependencia, educación, sanidad, discapacidad, seguridad ciudadana, independencia territorial, corrupción, etc. Sí que sabemos que con su “ley mordaza” nos ha restringido derechos a la libre manifestación y la intimidad individual ya no existe: “papa-estado quiere saberlo todo de nosotros”. ¿Cómo? Utilizando el CNI para espiarnos; acudiendo a la policía nacional para aplastar las manifestaciones a través de múltiples expedientes sancionadores; utilizando a los fiscales para pedir penas descomunales; “puteando” a los jueces que no ejecuten el seguidismo; obligando a los fiscales a presentar querellas sin fundamentos jurídicos.

3.- Como jefe de un ejecutivo, el presidente Rajoy tiene un perfil mediocre. No es comparable a un Felipe González, ni a un José María Aznar, ni siquiera a un José Luis Zapatero que fue fulminado por la crisis económica. Los ministros de Rajoy, a excepción de los salpicados por los escándalos de corrupción, no tienen rostro. Incluso el mediático Wert está desaparecido. Yo no soy capaz de reconocer a varios ministros por la calle, a pesar de que yo soy consumidor habitual de los medios de comunicación. Aunque reconociera a Ana Pastor o a Montoro, no sería por formar parte del gobierno Rajoy, sino más bien en referencia al gobierno de José María Aznar. Francamente no sé si Rajoy tendrá valor para presentarse otra vez a las elecciones legislativas. Pero si lo hace y sale reelegido, muchos pediremos un monumento para el masoquismo del españolito.

4.-Todos los planes político-económicos del presidente Rajoy para sacarnos de la crisis económica han sido un fiasco. Probablemente pensó, ingenuamente, que rescatando cajas de ahorro, bancos y grandes empresas recibiría, a cambio, la creación de puestos de empleos para bajar el alto índice de paro en nuestro país. Las cajas de ahorro, bancos y grandes empresas aprovecharon la inyección millonaria para indemnizar millonariamente a sus ejecutivos, y con el resto, taparon sus socavones. Pero no crearon ningún puesto de empleo. Más bien cerraron las oficinas, y aprovecharon la reforma laboral para despedir a más empleados pero con una indemnización miserable. O sea, lo de siempre: los arriban han salido ganando a costa de la caja común.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Tres años con el Presidente Mariano Rajoy

El panorama político-económico español no es actualmente más esperanzador que cuando el presidente Rajoy ganó las elecciones generales en 2011. Reconozco que el presidente Rajoy improvisa menos que Zapatero, sobre todo desde que mandó callar a sus ministros. Ya no tenemos las perlas de Fátima, Wert, Gallardón o Mato que se enteraba de los casos del Ébola en España a través de los medios de comunicación.
Las cajas de ahorro que estaban en bancarrota fueron rescatadas por el dinero público y los resultados macroeconómicos parecen estar en positivo. Las empresas que ayer despedían parte de su personal han decidido aumentarles el sueldo a sus ejecutivos mientras negocian la bajada del sueldo a quienes se salvaron de los famosos ERE. Aunque las manifestaciones populares son prácticamente inexistentes, motivos no faltan. Los desahucios siguen aumentando. Es más: creo que nos hemos acostumbrado a que nos la metan doblada: los inmigrantes que perdieron sus derechos sanitarios no dicen nada; los estudiantes que pagan más becas sólo piensan en salir de España; los jueces que criticaron las tasas del ministro Gallardón las están aplicando; los sanitarios que se enfrentaron a la desgraciada ministra Ana Mato (desgraciada porque ha sido destituida) se van incorporando a los hospitales privatizados; en fin… cada vez el gobierno de Rajoy nos cobran más por unos servicios vergonzosos. Y la corrupción ha sido elevada a la categoría de “marca España” porque afecta a empresarios, políticos y familia real. Da la sensación de que estamos en la jungla, y que el que no trinca es un imbécil.

domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Mismos perros con los mismos collares?

Uno de los ideólogos de la derecha norteamericana, el catedrático Francis Fukuyama, sostiene que la historia de la humanidad ha llegado a su fin porque la caída del comunismo y el triunfo mundial del liberalismo político y de la economía del mercado han traído como consecuencia el que ya no exista espacio para nuevas grandes batallas ideológicas. Esto se evidencia en el colapso y agotamiento de ideologías alternativas a la democracia liberal occidental. No hay luchas en torno a grandes asuntos, y en consecuencia, no se necesitamos de generales ni estadísticas: sólo nos queda la actividad económica. Incluso las élites de la supuesta China comunista son más capitalistas que los ejecutivos de Wall Street. Los mismos chinos que tienen sus tiendas en nuestros barrios viven sólo para la producción del capital.
 
Partidos políticos
Nos guste o no la tesis principal de Fukuyama, la realidad es que hoy por hoy no hay ningún sistema consistente que pueda competir con el capitalismo. Los militantes socialistas son igual de capitalistas que los militantes liberales. En España, por ejemplo, es muy difícil distinguir un socialista de un conservador popular: visten la misma marca de ropa, frecuentan los mismos bares, compran en los mismos grandes almacenes y hasta ven los mismos programas televisivos. Lleven coleta o barba, cuando alcanzan el poder, hacen la misma política: rescatar bancos y huir de los empobrecidos. El mismísimo Felipe González ha estado cobrando de los grandes multinacionales, igual que José María Aznar. Personalmente no logro encontrar diferencia entre ambos dirigentes.
 
La prensa española
Me da la sensación de que solamente la Cadena Ser intenta mantener su línea editorial y sus periodistas principales se indignan por aquello que nos indignan a todos. Pero francamente yo no veo diferencias entre El País, El Mundo y La Razón. Los editoriales del periódico El País no difieren de su competidor, La razón: defienden lo mismo y casi con el mismo ímpetu de independencia que, todo el mundo sabe que es pura mentira porque el capital de ambos periódicos provienen del mismo caballero que controla El mundo. ¿Qué diferencia hay entre Antena 3 y Telecinco? Veo señores y señoras contando sus vidas en ambas cadenas; veo los mismos tertulianos en ambas televisiones y veo las mismas noticias a la misma hora. ¡Caramba, vaya uniformidad! Las noticias que nos indignan rara vez aparecen en estos medios. 
 
Católico y ateo
Salvo pocas excepciones, en Madrid no noto diferencia entre un católico y un ateo. Los dos últimos ministros del interior (Rubalcaba y Fernández) defienden exactamente lo mismo, a pesar de que uno es de misa dominical y el otro es ateo. Ambos han defendido la valla de Melilla con la misma pasión, y han negado los controles policiales basados en perfiles raciales sin pestañear. Ateo y cristiano trincan lo trincable y mienten con los mismos argumentos. Desconozco la postura de los obispos españoles sobre los grandes temas que nos preocupan y me pregunto porqué cierran sus iglesias mientras hay gente que duermen en la calle. Yo creo que el cabreo de Jesucristo debe ser monumental. Para tener lo que tenemos, no era necesario pasar por la cruz. Y lo más inquietante, si cabe, es pensar que la historia de la iglesia católica ha alcanzado su fin y que este no sólo es el mejor mundo posible; es el único posible.
 
Sindicato y patronal
¿Y qué decir de los sindicatos y patronales? Mismos perros con mismos collares. Sindicatos y patronales almuerzan en la misma mesa y se emborrachan en los mismos bares nocturnos. No resulta fácil distinguir quién es de derecha y quién es de izquierda porque el mercado ha globalizado hasta los mismos vicios. El asturiano enarbolaba la bandera sindicalista en los encuentros del PSOE mientras acumulaba fortunas con procedencia sin aclarar. Igual que la familia del catalán, por mucho que amenace con agitar el árbol para que caigan más manzanas podridas. El patrón de los empresarios españoles que nos acusaba de vivir por encima de nuestras posibilidades resultó ser un auténtico estafador. Lo kafkiano del asunto es que incluso estando en la cárcel sigue viviendo de nuestro esfuerzo. El patrón de los empresarios locales, que acusaba al Estado de derrochar recursos atendiendo a los parados, tenía contratos millonarios con el estado. Las grandes empresas españolas tienen contratos millonarios con el Estado, o sea, con los ciudadanos españoles, y no dudan en acusarnos de vivir de las mamandurrias. Un comisario europeo gana más al mes que todo lo que gana un mileurista español al año. Lo gracioso del asunto es que ese comisario quiere que el estado español nos rebaje más el sueldo. ¿Por qué la propuesta de bajarnos el sueldo viene siempre de aquellos que ganan más que nosotros y que lo primero que hicieron al llegar al sillón de mando fue subirse el sueldo? La del FMI dice que los mileuristas ganan mucho pero ella no es capaz de bajarse ni un euro. No hay huevos para aplicarse el cuento. A veces pienso que tenemos lo que nos merecemos: da igual que me esté jodiendo por todos los lados porque yo sólo quiero saber qué tipo de bragas La Pantoja llevará en su maleta cuando entre en el trullo.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Diplomáticos negroafricanos en Madrid


Alpha Blondy tiene una canción (Les imbéciles) en la que advierte que “les ennemis de l’Afrique ce sont les africains”. Los enemigos de los africanos son los propios africanos. Dictadores que se consideran “padres de la nación” pero que en la práctica son auténticos chupa-sangres, herederos del colonialismo sin complejos, auténticos depredadores en medio de un pueblo analfabeto y sumiso que siempre responde al jefe con “ndiyo Bwana” (buena idea, jefe). Todo el mundo que conozca medianamente la realidad africana podría elaborar una lista aceptable de supuestos jefes de estado que no son más que sanguijuelas. La dramática pregunta que nos hacemos es que si los propios africanos no respetan a sus compatriotas, ¿podemos exigir respeto por parte del mundo occidental?

 

Si los mismos diplomáticos negroafricanos en Madrid no se preocupan por sus compatriotas manteros, ¿podemos exigir a la policía nacional que no llame a nadie “negra de mierda” como hace poco fue insultada Consuelo Cruz? Si el embajador senegalés en Madrid no visita a sus compatriotas retenidos en el CIE de Aluche, ¿podemos criticar a la policía nacional por repatriar a los senegaleses sin haber comido ni bebido nada como hace pocos días sucedió en el CIE de Aluche? Si los diplomáticos negroafricanos desprecian a sus compatriotas, es normal que los “sin papeles” retenidos en el CIE de Aluche pasen 18 horas sin comer ni beber simplemente porque un iluminado creyó detectar un caso de Ébola en ese Mini-Guantánamo madrileño. Menos mal que algunos jueces españoles respetan escrupulosamente las leyes españolas. Personalmente no tengo esa sensación hacia algunos supuestos garantes de los derechos fundamentales, aunque estén superprotegidos por un católico de misa dominical. El descojone del Dios cristiano debe ser impresionante.

 

Si el embajador nigeriano en Madrid no se interesa por las jovencitas de su país condenadas a la prostitución a la intemperie en Casa de Campo, es normal que otro nigeriano agonice durante varias horas en el Aeropuerto de Barajas hasta su muerte. Total, un “sin papel” menos que le sirve al gobierno de Rajoy para luchar contra “el efecto llamada”. Un espectáculo que gusta a los de allá y a los de aquí. ¡Qué pena!

 

Por ignorancia, por irresponsabilidad, por corrupción o por complejo de inferioridad, los diplomáticos negroafricanos son invisibles en Madrid. No pintan nada en el escenario de política internacional. Ni rueda de prensa, ni coloquios interculturales, ni notas diplomáticas ni celebraciones de eventos nacionales. Tienen a su disposición la Casa de África, el antiguo CIDAF de los Padres Blancos y Mundo Negro de los religiosos Combonianos. Pueden negociar diplomáticamente con el grifo del Gas o del Petróleo, los Minerales, la Pesca y otros bienes que África dispone y que son muy deseados en Occidente. Rusia hace el mismo chantaje diplomático y nadie se escandaliza. Marruecos hace lo mismo con la Pesca y nadie se escandaliza. Si España expulsa violentamente a los marroquíes, al día siguiente los pescadores españoles serán expulsados de las aguas marroquíes.  “Yo te doy a cambio de”, ésta es la base de las relaciones diplomáticas que desgraciadamente los negroafricanos parecen ignorar. Entonces, ¿qué demonio hacen los diplomáticos africanos en Madrid? ¿Malgastar los fondos de la República? Podrían aprender de la diplomacia brasileña, cubana o boliviana. Pero no hay huevos. Y cuando los haya, seré el primero en quitarme el sombrero y exigiré al músico de Costa de Marfil que cambien las letras de su canción. Pero hoy por hoy, Alpha Bondy tiene razón: los enemigos de los africanos son los propios africanos.

domingo, 19 de octubre de 2014

Hablemos de la muerte


Río Nyabarongo (Ruanda)
El P. José María estaba librando su último combate, y desde luego no parecía  que lo fuera a ganar con más de noventa años y unos pulmones muy cansados. Su compañero de toda la vida, el P. Peláez, me pidió acompañarle en el autobús para visitarle en la Fundación Jiménez. Desde que el P. Peláez se había caído en la Gran Vía tenía miedo de viajar solo en el bus. Haciendo de tripas corazón superó sus prejuicios raciales y se agarró a mí y nos fuimos hasta el Hospital. Cuando llegamos, el P. José María estaba muy alterado. Se destapaba continuamente y se levantaba mirando la cruz que estaba en la habitación. Muy nervioso, se disponía a rezar en posición de “chico bueno”, pero le fallaba las fuerzas y se volvía a tumbar en la cama. Las enfermeras se estaban planteando atarle para que no se cayera al suelo. Nos aconsejaron cogerle de la mano para sentir el calor humano. Le miré al P. Peláez para que hiciera los honores, no porque me diera miedo tocar a un moribundo sino porque conocía sus reservas raciales y no quería estropearle sus últimas horas. Pero el P. Peláez se negó con la cabeza y me vi obligado a intervenir. Probablemente en ese último capítulo de su vida, el detalle racial era insignificante. Entre la morfina y mis caricias a su mano se fue calmando hasta quedarse prácticamente dormido. Su corazón fatigado por el último combate apenas latía. El P. Peláez me pidió que nos marcháramos puesto que ya estaba dormido. Me di cuenta que no quería ser testigo del último aliento de su compañero y amigo en muchos conventos. Cuando llegamos a casa nos informaron que el P. José María había muerto unos minutos después de nuestra marcha.
 
Un par de años después, me llamó mi amigo Manuel para comunicarme que estaba convaleciendo en las instalaciones hospitalarias de Los Montalvos en Salamanca. Durante mis primeras visitas charlábamos de muchas cosas. Incluso le provocaba con mis groserías. “Qué barbaridad”, me decía el P. Manuel, profesor jubilado en la Pontificia de Salamanca. Pero la tarde en que estaba a punto de partir, le vi muy inquieto y sólo me pudo decir que había dejado mi número de teléfono a uno de sus compañeros conventuales para avisarme del desenlace final. Prácticamente estuve con él apenas diez minutos. Las enfermeras me mandaron salir de la habitación. Al verme que seguía esperando en el pasillo me aconsejaron irme a tomar un café porque le iban a sedar. Me marché con las lágrimas en los ojos. Era evidente que el P. Manuel estaba librando su último combate. Al día siguiente por la tarde me informaron dónde se encontraba su capilla ardiente.
 
Estoy convencido de que las personas mayores manejan sus últimos momentos y cruzan la otra orilla intentando incomodar lo menos posible a quienes seguimos esperando nuestra hora. Cuando el año pasado mi padre me confesó que tenía que hacer sus necesidades en la cama intuí que estaba listo para marcharse. Había distribuido la herencia a sus hijos y todos, menos yo, habían acudido para tener una última charla con él. Confió a su esposa sus últimos deseos: le dijo que quería ser enterrado por su primogénito, y le dejó libertad para que ella eligiera a quién le acompañará a ella en su último viaje cuando Dios pronuncie su nombre. Y el domingo 12 de mayo de 2013, a las cinco y media de la tarde, pidió a su fiel nieto que fuera a buscarle un zumo para beber. Cuando regresó con el zumo, mi padre ya había muerto. Mi hermana Monique dice que fue detallista hasta en su morir: no quiso expulsar el último aliento en presencia del nieto que le había cuidado en los últimos años para no dejarle un mal recuerdo (el último combate mortal es siempre un drama para el protagonista y un trauma para los asistentes).
Tengo que hacer mis necesidades en la cama, hijo (me dijo muy angustiado, unos días antes de su muerte por teléfono). Le pregunté si no quería ir al médico y me dijo que no lo consideraba necesario: tranquilo hijo. Tú has hecho todo lo que has podido. Pero yo soy consciente de que se acerca mi momento. Debemos entregarnos dignamente cuando llega ese momento. Y el mío está muy cerca. Le he encargado a tu sobrino avisarte cuando Dios me llame (Imana nimpamagara). 
Era la primera vez que mi padre me hablaba directamente de su muerte. Fui consciente de que se estaba despidiendo de mí. Me saltaron las lágrimas y no pude seguir hablando con él. Me inventé que tenía poco saldo en el móvil y corté la llamada. Después de asimilar sus palabras, le llamé de nuevo y le dejé despedirse como corresponde. Le prometí llamarle en tres días para ver cómo andaba, pero cuando llamé ya había perdido el habla, respiraba mal y no pudimos hablar. Dos días después llamé de nuevo, mi madre me dijo que había logrado hablar un poco, que incluso había pedido que le sacaran al patio para tomar un poco de sol. Entendí que había querido contemplar el rostro de este mundo por última vez y le dije a mi madre que llamaría en dos días para ver si ya estaba un poquito mejor para hablar con él. Y cuando llamé por teléfono y mi sobrino me contestó llorando, me vi obligado a consolarle a él, a mi madre y a mis hermanos. Hacía diez minutos que acababa de cruzar la otra orilla.
Diecinueve años nos separaba de nuestro último encuentro, en plenas matanzas generalizadas en aquella primavera de 1994. En aquel entonces, casi todos ruandeses nos preparamos para morir. Durante la primera semana yo rezaba a Dios para salvarme. Cuando vi que estaba rogando lo imposible, empecé a pedir morir de un disparo. Me aterrorizaba morir a machetazos. Empezaban a llegar rumores de que los verdugos exigían dinero a las víctimas que querían morir de un balazo. Todavía hoy guardo los billetes que llevaba conmigo por si tenía que comprar una bala. Llegado el momento y fui apuntado por un kalashnikov, bajé la cabeza muy aliviado. Pero no era el momento de partir hacia los antepasados: era el momento de huir.
 
La vivencia de la muerte de nuestros seres queridos depende de cómo hayan fallecido. Una muerte pacífica como la de mi padre apacigua el corazón de los suyos. Una muerte dramática como la que viví en un pueblo de Teruel es tremendamente angustiosa. El silencio de la iglesia se rompía cada dos por tres por los llantos de una madre que nada  ni nadie podía consolar en ese momento. Treinta minutos de la Misa me parecieron una eternidad. El chiquillo de unos trece años disfrutaba de su bicicleta bajando una de las calles del pueblo, y por un despiste o por un fallo en los frenos acabó chocando mortalmente contra un muro de una de las casas. Los llantos de su madre durante la Misa me recordaban los llantos de mis hermanas, hace ya muchos años, cuando yo también parecía haber perdido el combate vital.
Yo llevaba unos días con la fiebre muy alta. De lo que recuerdo de esa tarde es que, apoyándome sobre mi madre le dije que había llegado el momento y que me tenía que despedir. Mi madre llamó a mi hermana para que fuera a avisar a mi padre. Unos minutos después yo ya estaba en coma, o muerto como todos aseguraron. Mi hermana me decía que era imposible que yo viera la llegada de mis dos hermanas acompañadas de nuestro tío porque ya me habían tapado con una manta, con los ojos cerrados y en posición mortal (preparativos que se llevan a cabo cuando todavía el cuerpo está caliente). Sin embargo yo fui capaz de describir perfectamente el escenario, la llegada de los vecinos para velar el cuerpo durante la noche y los preparativos del funeral. Como mínimo estuve presente unas dos horas, el tiempo que todos aseguran que yo estaba muerto. Después de esas dos horas tengo lagunas. Me desperté al día siguiente hacia las siete y mi hermana (tres años mayor que yo) debió llevarse un buen susto cuando vio cómo me quitaba la manta. La pobre no se había separado de mi cama. Enseguida aparecieron mis padres, mi hermano mayor y mis otras dos hermanas. Todos lloraban. Le pregunté a mi madre porqué lloraban pero no me contestó. Sólo quería abrazarme. Me permití el lujo de levantarme y salir al patio, aunque ayudado por mi madre. Los vecinos no tuvieron tiempo para esconder el material para preparar la tumba. Pregunté quién se había muerto pero me dieron respuestas evasivas mientras me convencían para volver a mi habitación. En cuestión de minutos todo había vuelto a la normalidad pero el acontecimiento se había convertido en un tema tabú. Sólo mi hermana Monique me daba detalles de ese acontecimiento. Enseguida archivé esa historia, lo mismo que había hecho cuando le pregunté a mi madre porque no quería pasar por un puente que lleva a la parroquia cuando íbamos juntos a Misa, y prefería dar rodeos, tardando casi el doble de tiempo. Me contó que, embarazada de mí, viniendo de la catequesis pre-natal intentó cruzar el puente, se cayó al río a punto de desbordarse por las lluvias. El rio le arrastró casi cincuenta metro y nos salvamos de milagro. Como la historia no parecía divertirle, no me pareció adecuado solicitarle más detalles.

martes, 14 de octubre de 2014

Hermana Paciencia Melgar Ronda


Hna. Paciencia Melgar Ronda
Ignorada por el gobierno español en la supuesta “repatriación curativa” del misionero Miguel Pajares (ella, enferma de Ébola igual que su compañero misionero, no tenía nacionalidad española); curada por el tratamiento recibido in situ, la Hermana Paciencia fue requerida urgentemente por el gobierno español para donar sangre para el tratamiento del P. Manuel García Viejo (que falleció antes de recibir el suero de la sangre de Paciencia) y de Teresa (la auxiliar de enfermería que en estos momentos sigue en tratamiento).

Cuando mi amigo, misionero en Camerún, leyó la historia de la Hermana Paciencia me mandó un correo recitando el evangelio: “la piedra rechazada es ahora la piedra angular”. Una amiga española me comentó, entre indignación: “¡Claaaaaro! Cuando nos interesa, entonces sí que hay pasaporte y avión para venir a España”. Y un periodista de El Mundo terminaba la crónica de la llegada de Paciencia al Hospital Carlos III diciendo: Y allí, en una habitación doble del hospital, se quedó Paciencia. Estará varios días. Su sangre, la que se quedó en Liberia cuando no quisieron traerla a España con el Padre Pajares, es ahora una fuente de vida para otros con Ébola”.

Paciencia es trilliza. Al parecer, cuando los tres nacieron su madre decidió ponerle a cada hijo un nombre que recordara la historia de su nacimiento. Llamó Milagrosa al primer bebé en aparecer (niña); al segundo le llamó Diosdado (niño) y al tercero le llamó Paciencia (niña) por el tiempo que tuvo que esperar para que sacara la cabeza. Desde luego es una mujer a recordar, no sólo por su nacimiento y dedicación misionera, sino también por generosidad.

Ayer cuando venía en el Metro, un compañero de trabajo (blanco) me comentaba que alguien de su círculo había colgado en la red un comentario: “los putos negros que nos traen enfermedades raras, ¿por qué no se quedan en sus países”. Un negro que vive en un pueblo español me mandó un Whatsapp diciendo que se había dado cuenta que cuando entra en su habitual bar, los parroquianos dejan de hablar de Ébola. Y el pasado sábado, mi madre que vive en un pueblo de África me preguntaba qué era eso de Ébola porque había oído que en España habían muerto dos misioneros, y ella, con sus ochenta años, nunca había oído hablar de Ébola.  Indignado o cabreado, llevaba un par de días queriendo titular una entrada de esta forma: ¿Se equivocó Dios creando a los negros? O los negros son un error de la naturaleza”. Pero cuando anoche una amiga y compañera de trabajo (blanca) se despidió de mí con un beso en la mejilla (yo, estando acatarrado), decidí cambiar el título. Volví a leer la respuesta de la Hermana Paciencia cuando la llamaron para sondearla si podía donar sangre para tratar al P. Manuel: ¡Claro!, que le pongan el suero de mi sangre, le doy toda la que necesiten”.

Las personas de buena voluntad estamos en deuda con Miguel, Manuel, Paciencia y Teresa, la auxiliar que se contagió mientras cuidaba a Miguel y Manuel y que ha recibido la sangre donada por Paciencia. Es vergonzoso que en lugar de darle una medalla, el gobierno de Madrid la tratara casi como una “ignorante kamikaze”. Teresa mantuvo limpios los dos misioneros, que en paz descansen: recogía sus vómitos, sus diarreas; les cambiaba los pañales y las sabanas, y al final es tachada de “mentirosa” por un consejero de la comunidad de Madrid que aún sigue en sus funciones. ¿No es indignante? Conozco alguien que hizo un trabajo parecido al de Teresa (“porque yo necesitaba comer”, me decía cuando me lo contaba). No pudo ir a la Universidad porque las circunstancias familiares no se lo permitieron, pero juraría que es más lista que ese consejero de la Comunidad de Madrid que insultó a Teresa y que se jacta de tener la vida resuelta porque es Doctor y pertenece a la casta. El señorito consejero. “¡Habráse visto!”, diría mi antiguo profesor de Lógica en Salamanca.

Las personas de buena voluntad se resisten a reconocer que los gobiernos occidentales se mueven generalmente sólo por intereses político-económicos, y puntualmente por intereses electorales. La geopolítica vertebra incluso las acciones de los gobiernos de tendencia supuestamente católica como el gobierno de Mariano Rajoy que, hasta ahora no ha hecho nada para colaborar en la lucha contra la expansión de Ébola en África. Hace un par de días el Presidente Obama confesaba su “soledad” para montar una lucha eficaz contra Ébola en África. Mi amigo misionero diría que “saltó el fusible” al poco tiempo de que Obama, negro, pidiera ayuda internacional para ayudar un pueblo de negros, Liberia, que luchó activamente contra la esclavitud de los negros patrocinada por los gobiernos europeos de entonces. Salta el fusible porque un Presidente negro, pidiendo ayuda a los blancos para ayudar a negros es sospechoso. No obstante, Cuba, que supuestamente no juega en la liga de los campeones en economía y en derechos humanos como España, desplazó más de 150 sanitarios para luchar contra Ébola en África. “Os conocerán por vuestras obras”, diría Jesús de Nazaret.

Un tertuliano de una emisora española defendía, el sábado por la noche, que Ébola podría ser una creación en un laboratorio para intereses ocultos. A estas alturas, no me sorprende nada. Ya lo dijo Jean Marie Le Pen hace un par de semanas, a propósito de la inmigración africana: “Monseigneur Ebola peut résoudre l’explosión demographique en trois mois”. Otro italiano de la Liga Norte propuso mandar la Marina italiana para hundir las pateras llenas de inmigrantes africanos en el Mediterráneo. Hace unos días el Papa Francisco recibió los inmigrantes supervivientes del naufragio todavía no aclarado en las costas de Lampedusa.

“¿Por qué nos odian tanto”, se suele preguntar una amiga negra que lleva más de veinte años viviendo en España. Tal vez la pregunta adecuada sería: "¿Por qué hay quienes nos quieren tanto?"
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+ El Padre Miguel Pajares murió el 12 de agosto 2014
+ El Padre Manuel García Viejo murió el 25 de septiembre 2014

 

jueves, 9 de octubre de 2014

Nacer, crecer y morir

Todos sabemos que el ser humano es uno de los seres más desvalidos entre los mamíferos superiores. Su salida del útero materno tiene lugar en un momento de inmadurez biológica. El recién nacido tiene que ser protegido por sus allegados durante un período notablemente más prolongado que en el caso de cualquier otro mamífero. En muchas culturas del mundo se le otorga el status de independencia cuando cumple los dieciocho años de vida. Biológicamente y culturalmente nacemos a destiempo, pasando del seno materno a la matriz cultural que nos acoge y nos va introduciendo en la conflictividad vital. Durante este proceso de encarnación social nos encontramos más necesitados que el resto de los animales. Ni siquiera somos capaces de defendernos contra cualquier tipo de violencia como el hambre, el frío, el calor o la enfermedad. Un recién nacido abandonado a su suerte no es capaz de sobrevivir.
Juan Masía Clavel sostiene que el ser humano es un “animal inacabado” que se expone a los aspectos de maduración y de autodestrucción individual y colectivamente, a los aspectos de lucidez y de prejuicios, a los aspectos de avances y decadencias. Su nueva vida no tiene fuerza en sí misma: cuenta con la necesaria ayuda de sus progenitores porque francamente, como dice Ignacio Larrañaga, “sin desearlo él mismo, lo echaron a participar en esta carrera. No puede dejar de participar ni salir de la carrera. Saldrá de ella, no cuando él quiera, sino cuando lo saquen. Más aún: no solamente tiene que participar de una carrera no deseada; sino que tiene que hacerlo con un caballo que no es de su grado” y esperar la muerte con resignación. Este final nos plantea muchos enigmas antropológicos: ¿Qué sentido puede tener una existencia abocada a la inexistencia, una vida condenada al aniquilamiento, una unidad que avanza hacia su descomposición?
Los antropólogos dualistas que separan el cuerpo del alma sostienen que el cuerpo muere y que el alma es inmortal. Los monistas, sean espirituales o corporales, también constatan la muerte del cuerpo. Quienes consideramos que el ser humano es una unidad psicosomática, que la persona no tiene cuerpo sino que es cuerpo, también constatamos la muerte del ser humano. Aunque nuestra experiencia no va más allá de la observación del nacer y del morir de otras personas, tenemos la seguridad de nuestra muerte. Es más: la previsión anticipadora de la muerte afecta nuestro actual modo de situarnos en el mundo. La desaparición de las personas queridas nos hace vivir intensamente la muerte y concebir mejor la nuestra. Incluso para “los que parecen hijos de otro dios”, la muerte patentiza su vulnerabilidad.
Muchos estudios sostienen que la muerte no es un momento, es un proceso. El proceso biológico comienza muy pronto. El organismo se va deteriorando. Una dolencia lo acelera. Una enfermedad terminal lo precipita. Albert Camus dice que “los hombres mueren y no son felices”. Las desgracias causadas por la violencia de la naturaleza (tormentas, inundaciones, terremotos, huracanes, el dolor, la vejez, la enfermedad) nos recuerdan constantemente lo frágil, ambiguo y vulnerable que es nuestra vida. Hay una especie de proceso biológico del vivir caminando hacia el morir, y a través del morir, hacia tal vez el sobrevivir. Mientras tanto lo que nos urge es saber cómo caminar con armonía y serenidad en este mundo que nos ha tocado vivir.