De dieciocho mil sacerdotes alemanes encuestados, uno de cada tres confesó estar emparejado con una mujer. No me sorprende. El runrún de que muchos sacerdotes católicos no respetan la disciplina del celibato se oye desde siempre y en todos los lugares. Se llame “la bonne”, “la prima”, “la beata” o simplemente “la mujer del predicador”, todo lleva al mismo lugar: el lecho sagrado del sacerdote. Según un reportaje de RFI del día 25 de octubre 2011 (http://www.rfi.fr/emission/20111025-pretre-amoureux-le-celibat-pretres-question), sacerdotes austriacos y franceses llevan años luchando para que los sacerdotes católicos puedan casarse oficialmente y que se reconozcan públicamente las relaciones afectivas que mantienen con sus queridas. Es muy interesante el vocabulario que se utiliza en este reportaje: sacerdotes enamorados (prêtres amoureux), mujeres escondidas de sacerdotes (femmes cachées des prêtres), la compañera clandestina del sacerdote (la compagnie clandestine du prêtre).
Estrictamente hablando, “la disciplina del celibato sacerdotal” no implica más que la prohibición de casarse. En cambio, todo aquel que profese “el voto de castidad o de virginidad” no debe mantener ninguna relación sexual. Así las cosas, mientras un cura diocesano puede mantener relaciones sexuales sin que viole la disciplina del celibato, un cura-fraile de ninguna manera debe mantener sexo con nadie (voto de virginidad). En cualquier caso, ambas opciones exigen llevar una vida de madurez afectiva, equilibrio emocional y orden en la sexualidad. Sobre todo hay que atenerse a las reglas de juego y no refugiarse en justificaciones infantiles.
Creo que la libertad de opción implica fidelidad a lo elegido. Naturalmente que nadie puede exigir una opción para siempre, porque precisamente la libertad de opción concede la posibilidad de una ruptura (un amigo mío suele decir que no hay matrimonios eternos). Lo que, de ninguna manera puede aceptarse como normal es la infidelidad eterna, y mucho menos un desorden afectivo en alguien que debe enseñarnos el camino que lleva a la santidad. Aunque sólo sea por higiene espiritual, un sacerdote no debería tener varios amantes. Yo no veo mal que tenga una sola amiga con derecho al roce, siempre cuando ninguno de los dos se sienta coaccionado. Y sobre todo, siempre cuando se mantenga al margen los bienes de la parroquia. No se debe utilizar el dinero de los feligreses para satisfacer los caprichos amorosos.
En el reportaje de la emisora francesa se aboga por la posibilidad de que los curas católicos puedan casarse (si quieren), igual que lo hacían en los tres primeros siglos de la Iglesia. Los pastores protestantes se casan y no por ello dejan de predicar el Evangelio y de enseñar el camino que lleva a la Tierra Prometida. Los curas ortodoxos pueden elegir casarse o no, aunque de ello dependa su posible ascenso al episcopado. La Asociación francesa “Plein jour” que apoya a las mujeres de los predicadores (http://plein-jour.eu/) aboga por un celibato opcional (célibat facultatif) y por la ordenación de mujeres y hombres casados. Afirma que es insoportable vivir un amor secreto, que las mujeres de los sacerdotes sufren mucho y que de ninguna manera el amor puede ser escondido. Estoy de acuerdo. Si en los primeros siglos de la Iglesia Católica los curas podían casarse, ¿por qué ahora se les condenan a tener "femmes cachées"? Los 6.000 curas alemanes de 18.000 que reconocen estar emparejados contradicen a quienes afirman que los curas del “Tercer Mundo” no son capaces de respetar la disciplina del celibato.